Comentario
El reinado de Felipe II se vio libre de esa doble obligacion que suponía ser Emperador y Rey Católico, característica del reinado de Carlos V. Pese a ello, la dinámica de oposición interna particularista y acción internacional de tono universalista sigue muy viva. Felipe II no es el Emperador, pero sí se considerará a sí mismo -y otros muchos harán lo mismo- el Defensor de la Fe allá donde ésta pudiera encontrarse amenazada.
No ha de pensarse que esto supone una inadecuada relación entre poder y religión -un abuso político de lo religioso o un empleo fanático de lo político-, sino, por el contrario, la situación resulta perfectamente explicable a la luz de las circunstancias de la segunda mitad del siglo XVI. Los tiempos de la conciliación religiosa han acabado y tanto en el bando católico como en el protestante se procede a la confesionalización. Antiguos y nuevos conflictos se presentan, ahora, como enfrentamientos confesionales entre potencias reformadas -los calvinistas van delante por su militancia- y católicas -a la Monarquía Hispánica le corresponde su liderazgo-. Las guerras dinásticas se han transformado en guerras confesionales.
Los primeros movimientos internacionales de Felipe II se mueven todavía en ese marco dinástico, como muestra la Paz de Cateau-Cambrésis de 1559 que pone fin a la guerra con Francia. En esta guerra, la presencia de Felipe II en la batalla de San Quintín (1557) es el último recuerdo de un monarca-guerrero a la usanza de la primera mitad del siglo, aunque el rey siempre se mantuvo en la retaguardia del ejército. Uno de los acuerdos de la Paz, el matrimonio del Rey Católico con Isabel de Valois, la hija de Enrique II y Catalina de Médicis, mantiene ese tono de conflicto dinástico que, en buena lógica, se arregla con unos esponsales.
El mismo año de San Quintín, Felipe II se encuentra en guerra con la Santa Sede; esta vez con Paulo IV Caraffa. El Duque de Alba, avanzando desde Nápoles, llega a las puertas mismas de Roma, pero no se repite el saco de 1527 y se alcanza la paz. A la hora de juzgar a Felipe II como un fanatizado católico, ha de tenerse muy presente este recuerdo del de Alba sobre Roma y de un Rey Católico excomulgado.
Cateau-Cambrésis suele considerarse el momento clave de la hegemonía española en Europa. Es ese año en el que muere Enrique II y en el que comienza el deterioro progresivo de la situación francesa que irá a provocar el caos de las Guerras de Religión. Durante bastante tiempo, Francia quedará incapacitada para oponerse efectivamente a la preponderancia española, pero, una vez superada la crisis interna con Enrique IV de Borbón, volverá a hacerlo y con verdadera fuerza.